A veces creemos que siempre habrá tiempo para todo: para conversar, abrazar, compartir una comida o jugar con nuestros hijos.
Pero el tiempo no se detiene y los momentos que dejamos pasar no regresan.
Los hijos crecen, los padres envejecen y las oportunidades se desvanecen sin avisar.
Por eso, cada instante con la familia es un tesoro que merece ser vivido ahora, no mañana.
Las risas, las charlas y los abrazos de hoy son los recuerdos que mañana llenarán nuestro corazón.